Pocos consideran mala idea dominar más de un idioma. De hecho, las investigaciones apuntan a que el bilingüismo proporciona ventajas cognitivas, económicas y académicas.
Los padres que hablan varios idiomas entienden que el hogar es un entorno importante para aprenderlos, y buscan maneras de ayudar a que sus hijos sean bilingües. Uno de los enfoques más conocidos es la estrategia “one-parent-one-language” (OPOL, del inglés “un padre, una lengua”). Cada uno de los progenitores utiliza un idioma cuando se comunica con su hijo, por lo que los niños aprenden ambos simultáneamente.
OPOL hace hincapié en que la persistencia –que cada progenitor insista en hablar en un solo idioma– es clave para el éxito de su enfoque. Pero esto crea el falso mito de creer que debe evitarse mezclar idiomas. Mi reciente investigación, que es parte de una nueva remesa de estudios sobre multilingüismo, sugiere que esta percepción es solo eso, un mito.
En mi investigación analizo familias japo-británicas residentes en el Reino Unido con niños en edad escolar que seguían el sistema OPOL de enseñanza del lenguaje de un modo más o menos estricto. Estuve particularmente interesada en examinar el impacto de OPOL en el hogar familiar: ¿cómo afecta este particular entorno de lenguaje a la forma en que los niños usan los idiomas?
La mayoría de las madres japonesas que participaron en mi investigación dominaban el japonés y el inglés, mientras que los padres solo tenían un nivel elemental de japonés. Esto hacía que el inglés fuera el principal idioma de comunicación entre los progenitores y también fuera del hogar. Por esta razón, las madres trataban de crear un espacio reservado para un aprendizaje más constante del japonés con sus hijos. En otras palabras, este espacio dedicado al japonés (el idioma minoritario) era el tiempo que los niños pasaban exclusivamente con su madre. Esto pareció crear en los niños una asociación entre “lenguaje japonés” y “maternidad”.
Esta asociación de conceptos se hizo evidente por el modo en que los niños usaban el japonés como vínculo emocional con su madre y adoptaban una serie de conductas mucho más amplia que la que normalmente se asocia al lenguaje. Por ejemplo, cambiar a japonés a veces les servía como método para animar a su madre cuando parecía entristecida. En otras ocasiones, negarse a hablar en japonés era un medio útil de desafío, incluso aunque la disputa no estuviera relacionada con el idioma.
El lenguaje nunca puede ser una herramienta de comunicación neutral. El modo en que se utiliza en el hogar y más allá –socialmente, en la escuela, en el lugar de trabajo– trae aparejado connotaciones y significados adicionales que se usan, consciente o inconscientemente, en la comunicación.
Lenguaje creativo
El enfoque OPOL pone énfasis en la necesidad de que los padres vigilen de cerca el lenguaje de los niños y les corrijan si mezclan los dos idiomas. En la práctica, muchos padres que hablan el idioma minoritario también son bilingües, por lo que entienden lo que sus hijos dicen incluso cuando los mezclan. Los padres suelen considerar difícil corregir a los niños cuando mezclan idiomas porque solo desean tener una conversación significativa, con independencia del idioma que utilice su hijo. Especialmente si los niños se molestan al ser corregidos.
Pero, ¿qué sucede si un niño usa un lenguaje que cuesta asociar al japonés o al inglés? El siguiente ejemplo conllevó el uso de palabras en inglés absorbidas en la pronunciación japonesa. Una de las muchas palabras prestadas que adornan el idioma japonés, “helado”, generalmente se pronuncia “aisukurimu”, enfatizando la característica general de los sonidos que terminan en vocales en japonés.
La distinción entre singular y plural no existe en los sustantivos japoneses en el mismo sentido que en los idiomas de origen indoeuropeo, así que, se use singular o plural, “aisukurimu” es la forma normalmente utilizada. Pero uno de los niños participantes en mi investigación mostró a su madre un dibujo de dos cucuruchos de helado y los describió como “aisukurimuzu”, con pronunciación japonesa pero pluralizado en inglés. El niño había creado una solución intermedia, tal vez para evitar ser corregido.
Otro ejemplo se refiere a la interacción entre hermanos bilingües japonés-inglés. Una niña de seis años intentaba convencer a su hermano de cuatro para que le dejara sus juguetes. Tras la tajante negativa de su hermano, la niña recurrió a su repertorio comunicativo para intentar convencerle.
Pasó de una petición imperativa a una solicitud más suave y humilde. Volvió a formular la pregunta usando varias formas educadas. A continuación, su voz ganó nasalidad, sugiriendo que estaba a punto de echarse a llorar. Pero lo más interesante fue que la negociación, que había comenzado en inglés, acabó siendo en japonés.
Este cambio podría interpretarse como una mera alternancia de idiomas. Pero no. Se estaba produciendo un proceso bastante más complejo. El cambio de idioma vino acompañado de la incorporación de elementos culturales japoneses, tales como fórmulas de tratamiento que enfatizan el apego emocional, la relación de dependencia entre hermana y hermano, y la obligación asumida del hermano de prestar atención. Al final, la hermana consiguió los juguetes.
Un enfoque global
Estos ejemplos muestran cuán creativa y estratégicamente los seres humanos usamos el lenguaje en nuestra comunicación diaria. Seamos bilingües o no, todos elegimos constantemente lo que mejor sirve a nuestro propósito dentro de nuestras posibilidades. Por ejemplo, imagine que quiere pedirle un favor a su vecino. Utilizaría un lenguaje educado con un tono de voz amistoso. Pero, ¿qué ocurriría con su expresión facial? ¿Y con su lenguaje corporal? Para los bilingües, cambiar de idioma es parte de su repertorio de variables comunicativas.
Las posibilidades expresivas de cada idioma están conformadas por el significado, basado en el conocimiento acumulado a lo largo de la vida. Y la forma en que usamos el lenguaje también conforma su significado. Por lo tanto, la forma de usar OPOL en la familia otorga significados específicos al lenguaje utilizado en el hogar, y los niños hacen pleno uso de esa capacidad de crear nuevos significados cuando interactúan entre sí.
La popularidad de OPOL se basa en el sentido común, sobre todo porque es coherente. Pero cuando vemos a un niño bilingüe usando, adaptando y negociando activamente con su abanico de posibilidades, ponemos en duda la creencia de que para los niños es perjudicial mezclar idiomas. Lo que realmente podría estar propiciando es alta flexibilidad y habilidades interpersonales.
Ser bilingüe no es simplemente poder hablar dos idiomas. El rigor de la fórmula “un progenitor y un idioma” podría estar restringiendo la habilidad lingüística y la creatividad de los niños bilingües. De la misma manera, también podría estar limitando las capacidades de sus padres a la hora de revelar sus propias habilidades bilingües.